Image credit: © Darren Yamashita-Imagn Images
Traducido por Fernando Battaglini
MLB es uno de los programas más venerados y longevos de la televisión, el precursor de programas repletos de acrónimos como CSI y FBI. Y aunque los críticos suelen afirmar que ha superado el límite o que nunca alcanzará la época dorada de las temporadas 77 a 92, sigue siendo un producto estrella para… cualquier cadena o servicio que lo emita esta semana. Sí, los niveles de audiencia han bajado, pero así son los programas que superan las 100 temporadas. Los guionistas se ven obligados a ser un poco más extravagantes con sus historias (la gente todavía insiste en lo absurdo del arco argumental de los Giants de 2010-14), los jefes del equipo de producción del programa han acelerado el ritmo y vuelto a lo básico, y los aficionados estaban emocionados por ver qué les deparaba la nueva temporada a sus personajes favoritos.
Después de un episodio, podemos decir con seguridad… ¿Poco ha cambiado?
No es que este fuera un mal episodio de MLB. Muchos de nuestros personajes favoritos estaban allí: Ohtani como protagonista, Enrique Hernández como el alivio cómico, Yamamoto como el deuteragonista del episodio, apoyando discretamente a la pandilla. Incluso Pikachú se ganó un guiño, como un gesto inocente de servicio a los fanáticos. Pero por muy bien que se sintiera ver a viejos amigos, era inevitable sentir que la serie tomó la desconcertante decisión de comenzar con un episodio de botella, negándose a responder a las preguntas apremiantes del año pasado. Claramente, no todos esos momentos argumentales se podrían haber resuelto a la vez (tendremos que esperar a ver el arco de redención de Brandon Drury, entre otros), pero parecía que los guionistas estaban más interesados en marcar el tono, a su propio ritmo, que en generar una sensación de aceleración para comenzar la nueva serie.
La decisión de ambientar la primera temporada en Tokio fue perfectamente comprensible; muchas series antiguas usan un cambio de ambientación para darle un impulso a sus personajes, y el ambiente sin duda proporcionó una energía que los críticos han lamentado que faltaba en las últimas temporadas. Pero también parecía un poco cliché, dadas las numerosas veces que los guionistas han recurrido a esto con anterioridad, y el escaso desarrollo de los personajes que pareció generar la reubicación. ¿Realmente sabemos más sobre Seiya Suzuki después de los créditos que antes? Si la serie quería explorar el conflicto interno entre las ambiciones personales del jardinero de los Cubs y el hogar que dejó atrás, se contentó con hacerlo a través de un paneo distante de la cámara, sin diálogos ni siquiera monólogos internos. Mostrando al personaje, pero sin contar. Pero en algún momento tienes que usar tu historia para contar algo.
El conflicto inicial entre Imanaga y Ohtani marcó el tono (o la falta de él) del primer partido. Parecía que hubiera indicios de presagio—una sonrisa cómplice en el rostro de Imanaga tras rematar una recta hacia el césped artificial frente al plato—pero luego nada, solo una bola que rebotó fácilmente a segunda base, una ovación superficial. Ohtani luego conectaría dos hits, el primero con una recta alta, igual que el primer lanzamiento que rechazó para abrir el juego, pero narrativamente carecían de sentido, detalles sin estructura. Ninguno de los dos impulsó la historia, que parecía fluir como un spaghetti western. Sin prisas, ambientada en el césped en lugar de en un terreno accidentado. Después de acumular toda esa energía y emoción al final de la temporada pasada, parece que los jefes de producción simplemente desperdiciaron todo ese impulso.
Y luego está la presentación del antagonista del episodio, Ben Brown. Asignado a seguir al inestable pero valiente Imanaga, Brown impone un ambiente frío desde el montículo, y pronto es descuartizado por la cohorte angelina. Pero ¿qué ha hecho para merecer este destino? ¿Cuáles son sus motivaciones, su hamartía? Casi no se desarrolla su personaje, más allá de ser un símbolo de… ¿qué? ¿Juventud? ¿Optimismo? Nos quedamos con la duda, y aunque aprecio una serie que no insulta la inteligencia de su público, casi parece como si les estuviera descargando la tarea de contar historias. Esto no es una película de Bergman, ni arte. Es un episodio de la MLB. Es demasiado tierno y minimalista por la mitad.
Los Dodgers ganaron 4-1. No aprendemos nada, no ganamos nada. ¿Es esto lo que debemos llevarnos, una especie de nihilismo exhausto? ¿Es esto lo que se hace pasar por entretenimiento moderno?
Hay un trabajo digno de elogio en la cinematografía y la ambientación. Pero, en definitiva, como episodio, no solo nos faltan los elementos estructurales básicos de ascenso, acción y clímax, sino también cualquier urgencia. Se contiene demasiado. Es casi como si los guionistas hubieran olvidado por completo la temporada pasada y las 153 anteriores, y estuvieran tratando esta nueva temporada como un reinicio. Es una decisión extraña: conocemos a estos personajes, ¿debemos creer que sus estadísticas simplemente desaparecieron, que jugadores aleatorios simplemente están en equipos nuevos? Pero quizás el segundo episodio de mañana nos brinde más contexto. Mientras tanto, es difícil creer que esto no haya sido un simple resumen.
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